martes, 7 de octubre de 2014

La raza más obediente.

Ahora todo se hace por internet. Desde comprar un libro, a pagar los derechos para poder correr por el asfalto rodeado de gente depilada.
Y, lo que no se hace por internet, te dicen allí que lo hagas por teléfono. A uno, que lo de hablar con alguien no le desagrada cuando lleva casi medio mes sin cruzarse con el vecino ni  en el ascensor, hace que de por válido lo de la presunta conversación con un operario de no se qué multinacional. Así que, predispuesto y pensando que me pondrán con alguien de voz sensual y juvenil, comienzo a marchar por el pasillo de casa para pillar el inalámbrico, con la velocidad de Induráin u Olano en las cronos, pero en doble apoyo.
Descuelgo y marco, con cierta ansiedad, intentando imaginar si hablaré con un tío o una tía, pero no, al otro lado me espera un ordenador. "Buenos días. Teclee su DNI sin letras". Y yo, hipnotizado, que le hago caso. "Marque los cuatro últimos dígitos de su tarjeta de crédito". Yo sigo a lo mío, que siempre ha sido lo de obedecer. "A continuación teclee los cuatro últimos números de la cuenta  corriente asociada". Sin pensarlo y persuadido por aquella vocecilla femenina metalizada, sigo haciendo caso sin rechistar.
Al colgar, recobro la conciencia y apunto en una libreta vieja que uso como autorefranero: "El hombre es el único animal que hace caso a un robot sin pensárselo dos veces". Dudo que un lagarto, una cucaracha o un perro hiciesen lo mismo.