domingo, 27 de julio de 2014

Aquella dichosa sanción en los años del pleito insular.

Se me ocurrió, y lo digo en singular porque ni para esto soy capaz de quitarme este insoportable egocentrismo de fábrica que llevo como pesada carga allá donde voy, fichar en el CEA-Tenerife en el año 94. En Gran Canaria estaba entrenando solo, sin compañeros de entreno ni un preparador. Y enfrente tenían a un tal Labrador, que venía de ser el quinto en el mundial de atletismo profesional del año anterior en la prueba de 50 km marcha. Era lógico buscar hacer las ligas nacionales de clubes con uno de los mejores del mundo. Cualquiera, por entonces, habría matado por ello y el honor me tocó a mí. No se puede decir que fuese una decisión arriesgada, ni siquiera para un pibillo de 21 años.
Y Bruno González, entonces Presidente de aquella efervescente federación grancanaria  que se nos enfada y nos deja sin competir todo el año. También nosotros, ahora ya hablo en plural, mira que fichar en Tenerife desafiando los regionalismos y pleitos insulares.
Y los siete veinteañeros que hacen sus protestas. Y la Española que no se implica. Y la prensa local que ayuda a Bruno. Y los clubes locales que miran también para otro lado, eso sí, diciendo que habían hecho todo lo posible para que aquella aberración no se llevase a cabo. Y, a pesar de todo ello, que dos de mis mejores marcas personales dataron de aquel 94, directamente en los nacionales.
Hoy el atleta internacional grancanario Javier Pérez, hijo del Presidente de la Federación Insular de Atletismo de Gran Canaria, se ha proclamado Campeón de España Absoluto de Decatlón, vistiendo la camisa del Tenerife y entrenando en Santa Cruz. Al menos en eso estas dos décadas han pasado para bien.
Aquella firma, en aquella cartulina azul que se usaba de ficha en la época, me costó mucho más cara que a muchos doparse.