martes, 8 de abril de 2014

Don Javier

Se quejaba hace un par de noches, al micrófono de El Larguero, un sobrio y desconocido Clemente de que nadie le había consultado para usar su apellido en el cine.


Yo, que siempre fui clementista, mientras Don Javier fue seleccionador nacional, también podría haberle llamado para recriminarle la pasta que me impidió ganar hace treinta y pico años.


Les explico: tocaba partido en el viejo Insular. Era la última jornada de la Liga 82/83 y nos jugábamos la permanencia contra el Bilbao, por entonces entrenado por Clemente. Los leones nos ganaron 1-5 y nos mandaron a Segunda División. Lo abultado del resultado hizo que la gente comenzara a irse cabizbaja y lagrimosa, mediada la segunda parte.
Todos aquellos eran mis clientes. Se me iban como moscas. Aquella tarde no vendí ni la mitad de los bocadillos de queso que había preparado.
Calculo que perdí unas mil pesetas. Eso, a plazo fijo y pasado todo este tiempo, supondría ahora mismo unas tres mil trescientas pesetillas, duro arriba, duro abajo.
Clemente no preguntó a nadie para ganar aquella liga y joderme la venta de bocadillos de aquel domingo 1 de mayo del 83.