Y en esas que, mientras rodaba 15 kilómetros esta mañana, me viene a la mente la imprescindible figura
del fantasma atlético.
Qué sería un club sin fantasmas? En mi adolescencia y pubertad, dentro de cada
equipo para las ligas, siempre había un par de ellos.
Este rol, dentro del grupo, lo solían ejercer
los típicos atletas con una autoestima a prueba de bomba.
Siempre solían
encontrarse los fantasmas, que por entonces no llevaban sábana ni grilletes, en
los concursos y la velocidad. Son pruebas explosivas y de corta duración, pero que
te mantienen, por sus características, bastante tiempo en el tartán, a la vista
de la grada.
Las mallitas del vallista que hacía salidas y
más salidas para que las tías lo viesen partiendo alguna vallita; el chulillo
de altura, que siempre te miraba por encima del hombro; aquel altivo caminar
del velocista, con las manos en las caderas y la mirada en la grada, ó la agresividad
del lanzador de jabalina eran algunos ejemplos de fantasmas.
Dentro de las carreras, los tíos del milqui
siempre eran más chulillos que los ochocentistas.
Imagino que todos se sentían un poco milleros de oro y tenía cierto punto
fetichista eso de que la inmensa mayoría de las pruebas de 1.500 de las ligas
se empezasen a correr a la altura del último trescientos, en la “recta de
enfrente”. Esto les permitía ir de sobrados durante 1.200 metros.
Pero todo en la vida evoluciona y, estas
reflexiones basadas en mis vivencias en las ligas y campeonatos individuales de
hace unos veinte años, deben ser hoy actualizadas. Me explico: ya hay fantasmas
hasta en las pruebas de largo aliento.
El prototipo del fantasma actual no se aleja
mucho de su antecesor, el de los años 90. Siguen sin llevar sábanas ni
grilletes y, como novedad, suelen usar el “feisbuk”, el “tuíter”, los foros y
los blogs para dejarnos claro que, antes del disparo de salida, siempre van a
mejorar seis minutos su marca sin estar aún finos.
Dicen que no suelen ser malos tíos. Lo
confirmo. Probablemente esa eterna pedantería subliminal la ejercen casi sin
saberlo pero, de lo que no cabe ninguna duda es de que realmente pueden llegar
a ser difíciles de llevar.
Eternos tapados, suelen decirte una cosa en
sus perfiles sociales ahora y la contraria mañana en el calentamiento.
Durante un tiempo, no suele haber resbalón
que les haga reflexionar. No se dan por aludidos ante la constante no
consecución de unos objetivos personales desmesurados.
Y digo durante un tiempo pues, después de ver
la evolución de bastantes fantasmas en mi vida deportiva, esa gran diferencia
entre el nivel real y el eterno e inalcanzable objetivo, llega un momento que
destroza al pobre fantasma en añicos. Lo deja una o dos temporadas descolocado
anímicamente y lo lleva al abismo del abandono de la actividad deportiva. Vamos, autodestrucción.
Siempre he pensado que una de las principales
características del fantasma es la de presumir de lo que carece. He llegado a
conocer casos de tíos que se creían sus propias mentiras e intentaban que tú
también lo hicieses. Ese típico atleta al que un día le dan una vuelta menos y, sabiéndolo perfectamente, hace suyo ese inalcanzable crono que le otorga el acta. Y si en el acta le dan un tiempo mejor que el tuyo, sin haberte ganado ni una vez en toda su vida, pues hasta puede llegar a presumir del marcón ante terceros estando tú presente.
Otro ejemplo de fantasma válido es aquel que, año tras año, nos vende la
moto de que va a intentar ir a tal competición clasificatoria, cuando la marca que
le exigen le obliga a mejorar un 20 ó un 30% su rendimiento anual de las
últimas seis ó siete temporadas, vamos, su evidente límite de rendimiento deportivo.
Llegado este punto es cuando yo empiezo a
preocuparme echando la vista atrás a algunas de mis últimas entradas en el
blog. Acaso mis batallas recopilatorias de marcas interanuales no serán un
ejemplo de presumir de lo que ahora carezco?.
Las marcas, mías y verídicas son, todas y
cada una de ellas. Hechas además en base al antiguo reglamento, caminando, para
que se me entienda, pero ya no las hago en aquellos notables tiempos.
En el próximo carnaval santaluceño me
disfrazaré de fantasma, con sábana, grilletes y dorsal, que las cosas hay que
hacerlas bien.
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